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jueves, 26 de noviembre de 2009

Julio

Podría haber sido muy buena madre. Pero le tocó ser padre...

Hizo lo mejor que pudo pero los resultados no fueron coherentes con las normas impuestas por la sociedad.
Su filosofía de vida es la mentira.
Así creció y así morirá: sin saber quién es realmente.
Sus hijos aprendieron lo que no se debe hacer padeciendo sus errores.
Lo que sí deben hacer todavía lo están indagando. De a poco. Como pueden. Con las pocas herramientas que les brindaron.
Juran y perjuran que se diferenciarán de él cueste lo que cueste.
Juran y perjuran que no cometerán los mismos errores.
Creen que sus flaquezas y sus miserias son producto de su crianza.
Pero también entienden que es momento de trabajar duro, enterrar el pasado y de alguna manera, aunque sea internamente, poder perdonar.
Él busca la redención. Es consciente de de que sus acciones generaron algo que no es correcto. No sabe qué ni cómo pero algo percibe.
El amor y la cruz que cada día le está pesando más son los únicos motores que pueden llegar a encaminar su vida.
Puede que sea demasiado tarde... pero no del todo
Yo le daría una oportunidad
aunque sea la última.

martes, 24 de noviembre de 2009

Segundos Perfectos. Terceros afuera

A él no le gusta la palabra pernoctar. Yo la detesto. Es por eso que cuando encuentra una manera menos desagradable a los oídos para transmitir ese concepto, lo miro y me río. Me gusta que sea cuidadoso con su léxico.
En ese segundo, y sólo en ese segundo, percibí la perfección.
El estaba preocupado por otra cosa: por encontrar la salida del laberinto. Un laberinto que ya recorrimos varias veces pero, sin embrago, todavía no aprendimos el camino de memoria.
Hay momentos en los que nos parece que no existe la solución. Nos divierte mucho ese juego. La angustia de no encontrar la salida desaparece cuando nos miramos y entendemos que todo esto debe ser, efectivamente, un juego. Y ahora nos reímos los dos.
Unos segundos más de perfección.
La perfección la encuentro en las cosas mas menudas e insignificantes: en su sonrisa, en los agujeritos que se le forman en las mejillas cuando se ríe, cuando cuenta conmigo, cuando apoya su cabeza en mi hombro, cuando se le eriza la piel al sentir mi perfume... hasta que las nubes tapan el sol y automáticamente se acaba el hechizo.
Mientras me alejo me dice que "el tiempo nos dará la razón". Brindo por su afirmación pero no le creo y él sabe que me está mintiendo. Sigo alejándome...
Desde la lejanía nos entendemos mejor. La distancia genera que el encuentro sea tan perfecto como el desencuentro...
... y eso es perfecto.