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sábado, 19 de abril de 2008

El cerrajero llama dos veces

"¡Te dije mil veces que no dejes la llave puesta! No se si pensar que tenés un filtro para mis indicaciones o si tenés la esperanza de que algún día me canse de tocar el timbre más de una hora (porque el señor tiene el sueño muuyyyy pesado) y me vaya de una vez por todas a la mierda".
"Te compré esa maderita con ganchitos para colgar las llaves con en escudo de Racing de un lado y el logo de la Unión Cívica Radical del otro para que, a además, tomes conciencia de que no soy la única decisión desacertada en tu vida. Pero no, el señor sigue dejando la llave puesta en la cerradura con el afán de deshacerse de mí sin culpas".
" Si, ya sé, ya sé que no puedo hacer una analogía entre la llave puesta en la puerta y nuestra relación pero para mí esto tiene un claro significado".
Ayer llegué a la hora de siempre. Puse la llave en la cerradura sin que la de él del otro lado, me impidiera abrir la puerta.
Estaba todo igual que siempre salvo la madera para colgar las llaves que estaba partida por la mitad en el suelo del comedor (sólo estaba la mitad que tenía el escudo de la UCR).
Fui despacio a la habitación algo contenta por el cambio en su actitud pero, sin embargo sentía temor. No se porqué pero tenía miedo.
Estaba ahí, acostado como siempre. Desnudo. Pero esta vez una charco de sangre teñía toda la escena.
Estaba muerto. Aunque con un gesto de liberación en su rostro.
Tenía la llave de la puerta de entrada clavada en el medio de las pelotas, y su mano derecha apretaba sobre su pecho la otra mitad de la madera que tenía pintado el escudo de Racing.